Mi pequeña hoy cumple quince meses en esta vida terrenal. Hace quince meses que la recibí en mis brazos después de convivir como un solo ser por cuarenta semanas. La veo y agradezco a Dios por sus milagros disfrazados de bebé que llegan al mundo y a cada familia para recordarnos la esperanza y el amor que yace en nuestro interior.
La veo ahora después de quince meses y me sorprendo, me sorprendo de lo mucho que ha cambiado físicamente. Lo que ha crecido en tamaño y peso, ya no es una bebé pequeñita que depende al 100 por ciento de mamá, que no puede levantar su cabeza o sostener su peso con las piernas. Ahora es un pequeño ser humano independiente, claro a su medida, que puede sostener su cabeza, y sus piernas y brazos le obedecen a voluntad. Está aprendiendo que tiene un cuerpo y puede dirigirlo como ella quiera.
Está en una etapa en la que su mente empieza a pensar por sí misma. Comienza a descubrir lo que le gusta hacer y comer. Se ha dado cuenta de que tiene poder para hacer cosas. Le encanta despegar las calcomanías y pegarlas en sus zapatos o en mis manos. Se ha dado cuenta del poder que tiene la palabra “no” y lo ha utilizado a su conveniencia mostrando lo que le agrada y lo que le desagrada.
Después de formar y desarrollar sus órganos sensoriales en mi vientre, ahora, en el exterior está desarrollando el uso de los mismos. Está tomando el poder de utilizar su gusto, olfato, tacto, vista y oído para captar la información de todo lo que le rodea y los que le rodeamos. Está desarrollando su cerebro que crece a pasos agigantados alimentado por las acciones de papá, de mamá, de los abuelos, de los amigos y familiares. Todos estamos contribuyendo al desarrollo de esta pequeñita que eligió nacer en este lugar. Su consciencia y su yo se está desarrollando mientras interactúa con todos nosotros, mostrando esa interdependencia que existe entre todos los seres que habitamos el planeta, incluso con el planeta mismo.
Esta pequeñita está aprendiendo a escuchar a la naturaleza reflejada en su interior. Ahora reconocer que el dolor que siente en el estómago se llama hambre y que se resuelve cuando come o cuando bebe agua. Está reconociendo que su cuerpo tiene límites, y a prueba y error, está observando que es doloroso el no cuidarlos.
Es un aprendizaje doloroso pero que va formando quien es ella y en el cual estoy en cada instante reviviendo en mi interior el dolor por el golpe que se dio, por la separación o por el hambre. En algunos instantes queriendo cambiar su lugar por el mío tratando de evitar lo más posible su sufrimiento. Pero al verla llorar y tratar de hacer todo lo que está en mis manos recuerdo que eso no es posible.
Y aunque sé que este tipo de dolor por la vida va comenzando no terminará eso no quita la pena en mi corazón. En mi interior sé que es parte el crecimiento, parte del desarrollo, del aprendizaje que tenemos en nuestra vida, pero es ahora cuando entiendo muchas cosas. Cuando tu mamá es tu compañera de vida y te observa de cerca en cada paso que das sufre contigo y en ocasiones cuando es mucho el dolor que observa en tu ser por estar tan cerca de ti en cada vivencia es cuando desea cambiar lugares contigo.
Ahora entiendo la parte difícil de la maternidad y de ver crecer a los hijos. Cuando estás ahí, presente para ellos disfrutas cada paso que dan te llena de alegría el verlos desarrollarse como seres independientes con gustos y elecciones propias. Tal vez sean elecciones muy diferentes a las tuyas pero aunque sea doloroso hay que respetar su camino y seguir con ellos para estar ahí cuando caigan y necesiten un abrazo, cuando se vayan lejos y necesiten un consejo, cuando tomen una decisión de vida y necesiten alguien que los escuche aunque no comparta el mismo sentimiento.
Es estar presente en sus vidas aunque se te apachurre tu corazoncito al verlos que le duele la inyección de su vacuna, al verlos caer después de sus primeros pasos, al escucharlos llorar por el dolor que les genera. La maternidad es la compasión, la acción desinteresada y el amor en su máxima expresión. Es la representación terrenal del amor divino. Es hacer sentí a tu pequeño protegido, justo cómo Dios nos protege a cada instante. Es darles una familia o clan al cual pertenecer. Es fortalecer en los primeros años de vida ese chakra muladhara para darles raíces a las cuales voltear en cualquier momento y sin ir muy lejos. Es estar cerca pero respetar su crecimiento. Es amar de una forma total.
Urapiti Paloma
4 octubre 2014